Cupid, he rules us all

Lo más chévere de leer es que vuelas, que imaginas, que piensas en otros mundos, en otras gentes, en seres reales e ilusorios. Yo empecé con cuentos de hadas y luego me fui por la mitología griega. Más tarde me dejé seducir por la poesía (sobre todo de Mariano Melgar) y, después, me decanté por el teatro. Incluso soñé con interpretar alguna vez a Julieta, la que amó tanto a su Romeo que lo siguió hasta la muerte y más allá. Es un consuelo que tengo el pensar que ambos pudieron ser felices en un plano celestial, elevados de odios y violencia para vivir en una dimensión que solo los corazones que aman pueden conocer.

la verdad

La primera vez que leí Romeo y Julieta tenía diez años. Apenas tuve el ejemplar en mis manos, fui leyendo de camino a casa cuidando no caer: estaba totalmente cautivada. Poesía, amor y viejas rencillas familiares en la Verona del siglo XVI. Leí la obra en dos días: me conmoví, pero en ese momento no pude llorar. Fue muy raro, pues tengo la costumbre de echar lágrimas por casi todo. Los versos eran algo indescriptible: perfectos. La historia iba de dos adolescentes, hijos de familias enemigas a muerte, que se enamoraron al punto de no querer vivir el uno sin el otro. Solo su amor pudo sellar con la paz el odio.

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Fotograma de la película de 1968, con Leonard Whiting y Olivia Hussey en los roles principales / Imagen en portada, créditos a Fineartamerica.

En 1968, Franco Zeffirelli develó al mundo la adaptación cinematográfica más lograda (para mí) de la popular y triste historia. Es realmente un deleite la puesta en escena, los vestuarios, los colores, los diálogos tan cercanos a la obra original, el drama (bendito drama) y, sobre todo, la elección del reparto. Los protagonistas son un total acierto: Leonard Whiting y Olivia Hussey realmente encajan como los desafortunados hijos de los clanes Montesco y Capuleto.

La manera en que fue capturado el romance, desde el primer encuentro con ese coqueteo lleno de metáforas para pasar a los dulces besos. La clásica escena del balcón en la que, sin querer, hasta me reí con Romeo tambaleando entre árboles. Teobaldo siendo el impulsivo que es, Benvolio y Mercucio tal cual en sus personajes. Es decir, me la voy a pasar alabando cada detalle. La música, compuesta por Nino Rota, es magia. Y, hablando del coqueteo en la fiesta de máscaras, la canción «What is a youth» es… ¡magistral!

Romeo y Julieta se enamoran a primera vista, van a un apartado mientras todos se andan divirtiendo y se juran amor con tiernos y frenéticos besos. Luego está el balcón (amo los balcones, por cierto) y reafirman que su destino es estar juntos como fuere, así que deciden casarse. Ajenos ellos a otros problemas, la tragedia mancha su felicidad: Teobaldo mata a Mercucio en una riña y luego este es vengado por Romeo; el joven, fuera de sí, cobra la vida de su ahora pariente por su querido camarada. Las familias siguen en su odio y dolor exigiendo justicia. La sangre de Romeo no es reclamada por el Príncipe y lo exilia. Aquí viene una escena que me sigue sorprendiendo: Leonard, en la piel de Romeo, se lamenta, llora, grita como de un personaje shakespeariano se espera. Y viene el turno de Julieta: Olivia se entrega al llanto, a la rebeldía y al profundo dolor, así como al dilema de sufrir por su primo muerto a manos de su propio esposo. Pensando en su suerte, no contempla casarse con Paris y obtiene ayuda del Fray Lorenzo.

Sabemos lo que sucede después: una serie de malentendidos e infortunios. Romeo entonces vuelve a llorar frente a su amada, a quien cree muerta… Yo también lloré, caray, porque la última vez que se vieron fue cuando el alba los despertó luego haber consumado su matrimonio; en medio de la desgracia, lograron ser dichosos por una noche y ya no volvieron a verse con vida… Que me pasen la Soda, please.

Es cierto que se conocieron apenas unos días, pero se amaron intensamente y se entregaron al destino por ello. Romeo llega a la cripta de los Capuleto, llora a los pies de su Julieta y emprende el viaje hacia ella. La joven despierta desconcertada, casi segura de que su amor está ahí, pero yace inerte. Al besarlo exclama que sus labios aún están tibios… Es difícil no llorar con tal escena, me creí todo. El desenlace, con la narración excelente y la música precisa, nos recuerda por qué esta es una de las historias de amor más famosas en el mundo y por qué seguimos leyendo a Shakespeare siglos después. La película es realmente una maravilla, de esas producciones que hacen del cine un arte.

Me hubiese encantado que ellos se salvaran de la muerte, que Romeo esperase un poco. Así, despertaba su amada y ambos huían a algún lejano lugar, pero no. Un clásico entre clásicos para los románticos.

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